20 agosto 2014

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Mensaje de la III Caminata Juvenil por la Paz 2014


Dos acontecimentos motivan esta entrada. El pasado 12 de agosto se celebró el día internacional de la juventud. Unos días después, el 16 de agosto, la juventud católica de Panamá, se unió a esta celebración realizando su tradicional caminata por la paz. Tuve el honor de poder escribir el mensaje que daba inicio a esta activad. Y las líneas que siguen son las palabras que se leyeron ese día. Lo comparto deseando que al final de su lectura se queden con la misma sensación que tuve al escribirlas; porque mientras creamos y apostemos por el desarrollo integral de la juventud: "aún nos queda esperanza." Con cariño: Vladimir!
Panamá, 16 de agosto de 2014
Mensaje

Soy joven… por eso temía hablar (Job. 32,6)


El Documento de Paz de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín en 1968, comienza con estas palabras proféticas: “Si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz el subdesarrollo latinoamericano, con características propias en los diversos países, es una injusta situación promotora de tensiones que conspiran contra la paz”; con ellas hacían eco de la voz de Isaías cuando afirmaba que la “Paz es fruto de la justicia” (Is. 32,17) 

Queremos comenzar este mensaje uniendo nuestra voz a las del profeta y los obispos, porque somos conscientes que la paz nos es la mera ausencia de un conflicto armado entre de dos bandos. La historia ha demostrado reiteradamente que en un país puede no existir enfrentamiento bélico, pero esto no significa que no exista violencia. Esa violencia institucionalizada que es el resultado de una serie sistematizada de prácticas injustas que desembocan, por tanto, en la ausencia de esa paz tan querida.

Nuestro País, Panamá, según el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2014 es un país que:  “…tiene hoy los recursos y las condiciones institucionales para llevar a cabo una transformación sostenible de largo plazo. Con un ingreso nacional bruto per cápita de US$ 8.100, es uno de los países económicamente mejor dotados de América Latina. El 8.8% del presupuesto total del sector público se destina a la educación, un porcentaje bastante alto con relación a los países del área. Los recursos para inversión en la infancia y en la juventud existen.”

Pero frente a esta pujante realidad económica, surgen las interrogantes ¿Por qué entonces sigue habiendo pobreza, marginación y exclusión que desfavorecen a los sectores más vulnerables? ¿Por qué la falta de calidad en temas de salud, educación y transporte? ¿Por qué siguen siendo los jóvenes noticias diarias con muertes a causa de la violencia generada por las pandillas? ¿Por qué los jóvenes abandonan la escuela, y prefieren la calle, la droga y todo lo que que este mundo le ofrece? ¿Por qué tantas jóvenes menores de edad embarazadas, cercando su futuro al prematuro título de ser madres?… ¿Será entonces que el desarrollo de un pueblo no es necesariamente proporcional a su crecimiento económico?    

Esta es la realidad que nos preocupa, la que nos motiva a que hoy alcemos nuestra voz, la que nos lleva a manifestarnos sin miedo, y pedir que se nos escuche.

2. Les pido que me escuchen, porque les diré lo que sé (Job 32, 10)


Los jóvenes queremos y pedimos la Paz. Pero no esa paz tranquilizante, aparente y maquillada por  los edificios y estructuras altas y magníficas que embellecen parte de nuestra ciudad. ¿Qué son estas si la dignidad de la persona no vale, ni se eleva tanto como esas construcciones? 

Queremos esa paz que nos permita nacer en un hogar, en el cual sentiremos amados y en él podamos desarrollar todas nuestras potencialidades al lado de mamá y papá que siempre están presentes, brindándonos tiempo de calidad. 

Deseamos esa paz en la que es posible ir a la escuela y en ella experimentarnos como en otra casa: bienvenidos, acogidos, satisfechos porque convivimos con otros como iguales y donde el docente nos acompaña durante todo ese largo viaje, procurando que el aprendizaje sea parte de nuestra diversión, y que la educación recibida en las aulas, corresponda con la realidad a la que estamos llamados a transformar. 

Anhelamos esa paz que nos da la confianza de que en medio de la enfermedad, podemos ir a hospitales o clínicas que nos prestan atención humana y brindan medicina de calidad.

Pedimos esa paz que nos da la oportunidad de salir a la calle sin miedo a ser atacados, asaltados o violados.  

Esa paz que nos da oportunidades labores dignas y salarios justos, que nos permitan acceder con sobriedad y responsabilidad a lo que nuestro esfuerzo nos da derecho.

Esa paz llena de oportunidades para educar dignamente a los hijos, para crecer como persona y en la que llegar a viejos gozando de una jubilación merecida, satisfechos por el trabajo realizado, no sea un privilegio, sino una recompensa. 

Esa paz donde nuestra voz es escuchada y tomada en cuenta porque nosotros también tenemos algo que decir.

3. ¿Puedo acaso cruzarme de brazos…? (Job. 32, 16)


Estos son nuestros anhelos. Pero no somos ingenuos. Sabemos que nuestros sueños no son solo responsabilidad de un grupo, sino de todos. Aunque también sabemos que hay niveles en la responsabilidad. 

Por esta razón, no solo exponemos nuestras peticiones; también extendemos los brazos en señal de  nuestra consciencia de que somos colaboradores en la construcción de una sociedad justa, parecida aquella a la que Jesús de Nazaret llamaba: El reino de Dios.

Y hoy, con motivo a la celebración del día internacional de la juventud, nos comprometemos, como jóvenes creyentes, a defender la vida, a luchar por la justicia y a ser constructores permanentes con nuestras palabras y aciones de una Civilización del Amor que tendrá como fruto la paz que hemos descrito.

Queremos terminar estas palabras, que quieren ser la voz de todos los jóvenes panameños, recordando al humilde maestro de Galilea, cuando siendo testigo de la procesión fúnebre que llevaba a un joven a la tumba; la detiene, se acerca al féretro y recita aquella plegaria totalmente animadora (en su sentido más puro de dar vida): “Joven a ti te digo: Levántate” (Lucas 7:14).

¡Jóvenes, testigos del resucitado, no se queden con los brazos cruzados: Levántese!

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