Reflexión breve.
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Hay cosas que no debo olvidar, pero que por razones extrañas termino haciéndolo. Una de esas cosas es: “que todo aquel que quiera llamarse maestro no puede pretender dar respuestas absolutas a aquellos que tiene en frente, sino simplemente proponer ideas, puntos de vista, que pueden ser acogidos por sus estudiantes, pero que nunca son concluyentes.”
La labor del que quiere educar debe ir encaminada más que a dar el recetario de fórmulas establecidas a generar preguntas, y dejar que el alumno haga su propio camino en la búsqueda de las respuestas, que seguramente tampoco serán concluyentes, pero si llenas de sentido, porque han sido la consecuencia de un querer encontrarse con ellas; y cuando esa búsqueda es sincera lo encontrado es todavía más sincero
Digo esto porque a veces, cuando pretendo ser un “educador”, parece que no logro contener esa fuerza que me mueve a decirte las cosas que deberías pensar o hacer. En lugar de dejarte ser, para que logres descubrir con tu propia experiencia lo que es la vida y sus movimientos.
Pero gracias a este “error” me doy cuenta que el maestro nunca deja de ser aprendiz y que muchas veces (quizás siempre) se aprende junto a aquél: "Que no hay respuestas últimas, ni pensamientos absolutos; sino principios válidos para determinados momentos que no es que pierdan su sentido, sino que evolucionan conforme la persona, la sociedad, el mundo lo hacen también".