18 enero 2011

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¿Una teo-logía de la comunicación? (parte II)

Continuamos nuestra reflexión sobre el hombre en clave comunicativa. Para ver la primera parte ir a ¿Una teo-logia de la comunicacion? parte I

ii. La Torre de Babel. La dispersión del mensaje

El redactor bíblico para cerrar la primera parte del libro del Génesis, antes de dar paso a la sección narrativa sobre los orígenes del pueblo de Israel, coloca un episodio bastante curioso; es el pasaje que conocemos como de la “Torre de Babel” (Gen. 1 11, 1-8). Los biblistas coinciden al afirmar en que los capítulos del 2 al 11 del Génesis, pertenecientes al Yasvista, son una sola sección donde recuentan de formas varias el mismo esquema “bendición-tentación-caída-signos de misericordia”. Afirmando cómo el hombre perdió el camino que Dios había marcado para su felicidad, pero que a pesar del error humano Dios sigue manifestando su compasión.

Sin hacer caso omiso de los expertos, es posible encontrar en el relato que nos ocupa otra interpretación que no es ajena a la convencional, sino que encuentra en ella su fundamento y que va en la línea de nuestra reflexión. Por la brevedad del relato vale la pena reproducirlo en su totalidad. (En letra CURSIVA  a continuación colocamos el texto y en NEGRITA, más abajo, con referencia a los versículos iremos agregando pistas de reflexión).

1Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras.
2Al desplazarse la humanidad desde oriente, hallaron una vega en el país de Senaar y allí se establecieron.
3Entonces se dijeron el uno al otro: «Ea, vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos al fuego.» Así el ladrillo les servía de piedra y el betún de argamasa.
4Después dijeron: «Ea, vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra
5Bajó Yahveh a ver la ciudad y la torre que habían edificado los humanos,
6y dijo Yahveh: «He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y este es el comienzo de su obra. Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible.
7Ea, pues, bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo.»
8Y desde aquel punto los desperdigó Yahveh por toda la haz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.
9Por eso se la llamó Babel; porque allí embrolló Yahveh el lenguaje de todo el mundo, y desde allí los desperdigó Yahveh por toda la haz de la tierra.

(Versos: 1-2) Parece que es impensable que los humanos hablen un mismo lenguaje y se establezcan en un único lugar, ya que Dios creó al género humano para que poblara la tierra. Es un ir contra Dios esa uniformación y establecimiento. La creatividad humana no puede limitarse a una sola forma de hablar.

(Versos 3-4) El querer “ser como Dios” se manifiesta aquí en la “cúspide en los cielos... hagamos famosos”. El hombre finito busca retar a Dios en su infinitud.

(Versos 5-9) El “un solo pueblo y confundir el lenguaje” no debe entenderse como una contradicción del querer que la humanidad no se entienda, sino que es un ir en contra del monopolio en todos los sentidos

En la actualidad mucho se habla de “un lenguaje común”, de una forma común de pensar, del mundo como aldea global. Y aunque estas expresiones en sí no tienen nada de peligrosas, si podríamos caer en el peligro de que ese lenguaje y pensamiento común se conviertan en el único, cerrando cualquier otra forma posible. Tanto en los ambientes laicos como religiosos, a lo primero le llamaríamos autoritarismo a lo segundo le llamaríamos dogmatismo.

El pecado de la humanidad en este texto parece ser el olvidar que la comunicación humana posee ese talante creativo que le abre a todas las posibilidades, no puede ser limitado a una sola autoridad que le indique por dónde ir. Sin que esto signifique tampoco caer en el extremo de tener tantos "lenguajes" en los que al final la humanidad tampoco se comprenda.

La comunicación humana va en la línea de la dispersión, sin que esto signifique un individualismo camuflado de particularidad. Hablamos entonces del respeto a la diversidad, de que la cultura del hombre no puede encasillarse ni limitarse a un único estilo.

Esto nos ayuda a comprender mejor que cuando hablamos de la misión de la Iglesia de llevar el Evangelio a toda criatura, de comunicar aquello que se nos ha revelado en Jesús, el mensaje sólo puede ser ofertado y respetuoso del receptor, como ofertada y respetuosa fue la encarnación del Hijo de Dios. La evangelización debe ser un diálogo con la cultura de lo contrario no sería comunicación sino imposición. De no ser así, en lugar de provocar vida en el diálogo, la imposición provoca la muerte de aquellos elementos propios de la cultura.

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